domingo, 15 de mayo de 2011

Las contradicciones.

    Los acontecimientos se suceden, las acciones se llevan a cabo, pero parece que las piezas no terminan de encajar.
    A veces, la vida parece ser un teatro que nunca termina de levantar el telón. Uno proyecta a través de ideas lo que debería ser, pero algo oculto a una apreciación lógica termina por regir con sus inexorables leyes.

    Hasta ahí hablamos de un plano externo, que incluso nos podríamos extender más, pero ¿y el interno?
    Sentimos como dentro se cruzan deseos, temores, frustraciones y un sin fin de extremos que nos hacen oscilar de una lado para otro. Es como si dos personas tiraran de los brazos, y nosotros espectadores, sintiésemos cada desgarro.

    Si una contradicción es un cambio de dirección o la alternancia de los extremos, ¿dónde situarnos? ¿Cómo descifrar el significado de los mismos? ¿Cómo afrontar cada circunstancia contraria para hacerla a nuestro favor? ¿Cómo crear una misma dirección en la que fluya de forma armónica los acontecimientos?
    Quizás, la armonía se base en una actitud de centro, de no arrastrarse, de una imperturbabilidad consciente, de un entendimiento de desprendimiento ante los factores de cambio o contradictorios.

   Ahí, la meditación es una ayuda, porque no resuelve, sino disuelve todo aquello que nos desgarra. Es un desinfectante para la mente ¨ herida ¨ y sus ambivalencias.

    Dentro de ese margen ¿cómo actuar? ¿Cómo desarrollar la idoneidad? ¿Cómo saber que el ego no se inmiscuye? Hay un gran material que observar e ir desarticulando. La vida fluye a través de su dinámica y debemos descifrar su ritmo.

    En el interior hay veces que se celebra una gran batalla. Como un zapping constante. Todo ello lleva a un desconcierto, una inestabilidad que se refleja en el estado anímico. No hay sincronicidad ante lo interno y lo externo, creando una densa bruma de confusión en el sujeto. Uno quiere avanzar, pero no puede; uno quiere escapar, pero está atrapado. La película existencial se vuelve un escenario de luz y de sombra, y nosotros sin ningún tipo de poder de decisión, nos quedamos absortos en ese formato.

    Todo desequilibrio tiende al equilibrio. Todo pasa. La contradicción se desanuda y sólo quedará el aprendizaje extraído de él. Quizás, la próxima vez tendríamos que ser más ecuánimes; quizás, más pacientes; quizás,...
     Lo que está claro es que el centro de un tornado es la parte más inmóvil, y ese centro es el que debemos de hallar en los momentos de tempestad. Ese centro es el ¨bunker¨ donde refugiarnos, el colchón, el amortiguador.

    La actitud de alerta promueve hacia una consciencia más lúcida y clara, donde ante las dificultades nos exhorta un vislumbre de comprensión y nos permite no quedarnos en el barniz de los hechos, sino penetrar en su naturaleza más intima y reveladora.

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