domingo, 14 de junio de 2015

Entrevista al escritor Raúl Santos Caballero.

Raúl Santos Caballero es una persona polifacética y singular. Se desarrolla de manera multidisciplinar y en su faceta de escribir ha publicado con su última obra, tres libros de temática espiritual, psicológica y de autoconocimiento. Su único afán es la de ayudar y la de compartir una búsqueda a todos los demás. No trata de entretener, sino de remover todo lo que anidamos en el interior y por ello se sirve en todo momento de su propia experiencia. ¨Las sandalias del Buscador¨ es su última publicación, y en Universo La Maga queremos saber de él:
 ¿Tu afición por la escritura empezó tarde, qué la impulsó? ¿Tienes algún escritor que te inspira o eres de los que absorben muchos géneros?
Fue algo que surgió de una manera natural. Llevaba tiempo sintiendo esa necesidad, la de expresar y dejar impreso en papel ideas y reflexiones. Cuando vi que lo que empezó como algo que sólo quería probar estaba finalizando un libro, sentí la necesidad de compartirlo para el que le pudiera servir, lejos de si gustaría o no.
No soy de los que leen todo lo que cae en sus manos. De hecho me he vuelto más selectivo. SI una obra no me engancha le doy sucesivas oportunidades, pero si veo que mientras lo leo mi mente se evade, cambio enseguida de libro. Intento leer de todos los géneros pero como un imán caigo en la espiritualidad, la psicología y el autoconocimiento. Como curiosidad decir que novelas no leo muchas, y fue el primer género que publiqué.
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El vecino de al lado fue tu primera novela. ¿Cómo surgió la idea?
Un día me senté frente al ordenador y dije: a ver qué pasa.. La historia es completamente ficticia. Me serví de dos personajes principales para crear conversaciones y poco a poco lo demás se fue creando sólo. Es toda una experiencia convivir con la historia y con los personajes. Es como si uno fuese un intermediario al relatar lo que sucede. Por eso muchas veces digo que el libro ya está creado, simplemente hay que escribirlo como Miguel Ángel ya veía la escultura en el mármol.
En qué ha influido tu blog de temática espiritual es esta última obra – Las sandalias del Buscador-? Háblanos de ella.
Completamente en todo ya que es una recopilación de los tres primeros años. No he cambiado absolutamente nada. Son una serie de artículos sin hilo conductor donde se investiga muchas parcelas de la psicología humana y la esfera de la búsqueda interior. Todo desde los pies en la tierra, sin nada soteriológico ni dogmático, al revés, desde la visión de que en lo cotidiano se encuentra la verdadera enseñanza de la vida. También recalcar las dos entrevistas realizadas al músico, escritor y profesor de yoga Chema Vilchez, y a la escritora y psicóloga Mª Jesús Álava Reyes.
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¿Qué hay de ti en cada una de estas obras? ¿Es sólo imaginación o partes desde alguna experiencia personal?.
Hay todo y nada. Soy todos los personajes y ninguno. Claro que las historias vehículan experiencias, pero no son copias de la realidad. La imaginación tampoco se puede forzar porque ésta tiene que aparecer a veces como inspiración o como vislumbres de encadenamiento en el argumento. Lo importante es estar receptivo, abierto para recibir como un buen anfitrión todo lo que se va desarrollando. Si que es cierto que la faceta de escribir sirve para drenar, para sacar a la luz cosas que ni sabes que tienes dentro. Es toda una terapia y por ello recomiendo a todo el mundo a que al menos, lo pruebe.
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Tienes obras sin publicar, ¿serán tu próximo objetivo?
Sí. Como digo yo: ¨están en el horno¨. Me gusta hacer una revisión cuando ha pasado el tiempo suficiente como para que casi se me olvide lo que escribí. Al leerlo soy un lector más, fuera de la frecuencia que en su momento me permitió escribirlo. En esa frescura me encuentro más objetivo para decidir hacer cambios o no, aunque soy de respetar bastante lo que en su momento plasmé.
¿Cuál es tu próximo proyecto?
Espero publicar a finales de año una novela con muchas sorpresas. Me gusta que el lector sienta que lo que tiene entre manos no tiene por qué ser lo que ya esperaba. Lo único que puedo adelantar es que la historia girará en torno a la mendicidad y a la vida entre cartones que existe en la calle.

La cárcel emocional.

    Todos nos sentimos libres ¿pero es así del todo?
    Quizás no tengamos barrotes que nos aprisionen, pero el mundo interior con el que cargamos puede convertirse en un lastre difícil de soltar. Es curioso ver cómo teniendo las necesidades cubiertas ese bienestar que tanto anhelamos se puede ver distorsionado por factores emocionales del que no tenemos ningún tipo de control.
    Se va forjando en todos nosotros una estructura basado en creencias, en sentimientos, puntos de vista..., en suma, todo un arsenal que paradójicamente no nos orienta hacia nuestro favor. El nudo de emociones que llega a forjarse nos termina por aprisionar dejándonos incapacitados para recibir el más mínimo disfrute. Entonces buscamos la escapatoria, los placeres que puede reportarnos un mundo externo al que emigramos dejando de lado un territorio interior aún sin explorar. Nos saciamos por instantes, pero de nuevo, como una sombra, nos engulle una insatisfacción que parece no tener fin.
    Somos prisioneros de nosotros mismos. Quedamos atrapados en nuestra propia red de conceptos y no logramos vislumbrar un destello de libertad que nos libere de nuestra percepción truncada de la felicidad. La mente se vuelve ama en una mansión de la que desconocemos todos sus recovecos. Ordena y manda y quedamos a su merced, pues su poder hipnotizador acaba por someter nuestros estados de ánimo. Somos esclavos pero no de un dueño externo, sino de nuestra propia cadena mental. El grillete se va solidificando a través de los pensamientos que acaban por anular una soberanía de nuestro yo desfragmentado. Quedamos en tierra de nadie y desde ahí buscamos una orientación.
    Las emociones cogen pulsión y convierten las tranquilas aguas en remolinos, la calma en tempestad. Puede llegar a sobrepasarnos, pues presos de una prisión de la que no podemos huir, la sensación de impotencia o de cómo proceder sabiamente queda en una mera intención. Pasamos de la alegría al abatimiento, de la risa al llanto, del bienestar al malestar. Surgen recuerdos, memorias cristalizadas, acciones por realizar, traumas por curar, heridas abiertas por cerrar. Toda la emoción se pone al servicio de un conflicto interior del que apenas somos capaces de recordar cómo se originó, y del que sin darnos cuenta estamos sumidos sin poder asomar la cabeza para respirar.

    Los ojos miran, pero no ven, pues toda la atención está desviada hacia los adentros, pero no como atención plena o consciencia mental, sino como una manera de rumiar una y otra vez surcos repetitivos de pensamientos. El ego está oculto, se maneja bien a nuestras espaldas. Va creciendo a medida que escuchamos su argumento sin tener en cuenta su identidad, su falsedad, su informe no ajustado a una realidad que acaba solapada por nuestra discapacidad de estar en apertura a la situación presente.
    Los momentos así son horizontales. Uno deja paso a otro pero en el mismo nivel. Es como estar en un cochecito para niños donde se le echa monedas; parece que se mueve pero no avanza. La saturación de emociones negativas convierte el espacio mental en una prisión muy sutil, donde las energías se van perdiendo en atender a cada una de ellas de manera personal.
    El ego no ve fin a todo ello. Nunca ve colmado esa ambición, por ello debemos dejar pasar otra manera de manifestar lo que consideramos que somos. Luchar con la mente puede dejarnos agotados. Se las arreglará para sacar un nuevo tema en el cual dejar ver todas las miserias. Es nuestra identificación lo que promueve su propia existencia de su lado menos constructivo y desde una consciencia que debemos despertar a cada instante, se convierte más fácil el acceso a un punto más elevado donde divisar esas corrientes submarinas en el estamos tan fácilmente atrapados.
    Voluntad y firme determinación es fundamental para no dejarnos aprisionar por la cárcel emocional. La observación sin reaccionar permite ir ganando terreno a las energías que tan mal aprovechamos en atender algo que aunque surge en nosotros; no nos pertenece. Todo es un ciclo con su propio dinamismo; obsérvalo. A la noche le sigue el día y viceversa. Querer mantener un estado de ánimo perenne es caer en una frustración, porque no existe nada que no esté bajo la ley de lo transitorio. ¿Entonces? Hay que saltar de la dualidad para que no nos arrastre de la manera en que nos condiciona y somete. Hay que observar y dejar pasar, y así entonces ganar terreno a nuestra parte doliente emocional. Las emociones viven de nosotros, no nosotros de ellas. Podemos dejarlas pasar y que estén un rato, pero no estamos obligados a cederles una habitación para que hagan noche. Si están que sea hasta que se cansen y se vayan por sí mismas, sin nuestra implicación, sin que por nuestra parte las atendamos, porque entonces así es cuando ganan poder en nosotros.


    La libertad interior no es ausencia de toda clase de fricción, malestar o sensaciones ingratas. Es la observación que se adelanta para no quedar atrapados y poder tener una visión más nítida al respecto, sin caer presa, sin vender nuestro bienestar a una parte de nosotros, que sin saber por qué, confabula para que nos seamos plenos como realmente merecemos.