martes, 22 de julio de 2014

Reseña Cartas desde el Nirvana. Blog: ¨Anescris¨

Reseña Cartas desde el Nirvana de Raúl Santos Caballero

     Bueno vamos al segundo libro de mi participación en el  tour Anescris. Sí, yo también participo y ahí va mi opinión:


     MI OPINIÓN:

     Bueno aquí tengo el segundo libro de Raúl Santos, que la verdad me ha sorprendido otra vez. Son de esos libros que hacen pensar, igual que su primer libro "El vecino de al lado", nos lleva desde sus historias a conocer un poco la doctrina del  Yoga, que muchas veces sin seguir esa doctrina hace que quieras interesarte más y, aunque no te interese mucho, es un libro interesante, ya que te da por pensar en tu vida cotidiana que es lo que puedes cambiar para disfrutar un poco más de tu alrededor sin que nuestra peor enemiga, nuestra mente o EGO,nos fastidie y nos amargue la existencia.

     Así que os recomiendo que conozcáis a Daniel y las cartas que su padre, Julián , le dejó para que le conociera y supiera de la vida que llevó hasta su fallecimiento. Creo que si supiera que me voy a morir, también le dejaría una carta a mi hija para que se la entregara alguien en un futuro, no creáis, yo lo he pensado y no es que me vaya a morir , tocamos madera, pero si pudiera hacerlo lo haría. El libro tiene 372 páginas y lo puedes encontrar en http://www.libreriacirculorojo.com/, aunque también puedes leer si te apuntas a nuestro Libro Tour Anescris.



     MI PUNTUACIÓN: 
10

viernes, 18 de julio de 2014

La felicidad.

   Al hablar sobre la felicidad, primero, habría que preguntarse qué es, porque cada uno a nuestra interpretación, podemos ofrecer connotaciones distintas.

    La felicidad, comúnmente, es lo que constantemente buscamos, lo que deseamos o anhelamos según nuestro paradigma, entendiéndolo como una experiencia culmen permanente e idónea, para así transitar el recorrido en esta vida.
    Es una aspiración humana, un estado que nadie aborrece y con el que, según entendemos, concluiría todo el sufrimiento o gran parte de él. La felicidad puede ser enfocada desde muchos puntos de vista. Para unos puede ser momentos de entusiasmo; para otros, obtención material, y así un largo etcétera.
    ¿Pero realmente existe la felicidad como tal? ¿Es una quimera? ¿Es una dicha que nos pertenece como derecho propio?
    Cada persona tenemos una manera de entender y vislumbrar lo que consideramos ser felices. Hay quien lo establece como lograr una estabilidad, rango o un cierto estatus. Desde otra visión, el alcanzar un cierto equilibrio o armonía, también puede ser catalogado como felicidad o como predisposición a la misma. Quizás la felicidad no sea el mismo tipo de cima para todo el mundo, pues cada uno recorre su propia montaña. Lo que sí debería de ser un común denominador es que no dañemos por alcanzar lo que consideremos en ese momento por felicidad, pues teñida de dolor o sufrimiento ajeno, nunca podrá ser una felicidad noble.
    Existe el fenómeno de que el resultado de ser felices siempre viene dado por un esfuerzo requerido o un sacrificio llevado a cabo. Así, la felicidad, se convierte pues, en una recompensa merecedora, y en muchas ocasiones, diferenciada del resto. Pero ¿y qué sucede cuando la felicidad no llega o cuando creemos haberla encontrado se evapora?
    Puede ser una antesala a la frustración, o una desmotivación total ante el recorrido empleado en esa búsqueda incansable de la dicha suprema. También cabe valorar que vivimos en una vida de fenómenos transitorios, que puede hacer que un estado que consideremos de felicidad cambie, y por otro, que el contexto que empleamos para rellenar la etiqueta de felicidad también esté sujeto al cambio.
    Podemos profundizar e indagar en qué es lo que en un momento nos pudo haber hecho felices y por ello ya no lo somos tanto. ¿Por qué esa felicidad no perdura hasta nuestros días? Primero tendríamos que ver si realmente éramos felices o nos lo parecía; y segundo, que también nosotros estamos en ese cambio permanente y las predilecciones van variando como todos los aspectos que conforman la felicidad ensoñada.
    ¿Podría ser entonces el sosiego o la paz interior -como dijera Buda- la verdadera felicidad? Dependerá todo ello de la escala de valores del sujeto. También surgen más preguntas: ¿Es la felicidad un derecho, una opción o un espejismo? ¿Existe la felicidad innata? ¿Es una actitud para encarar la vida que elegimos a cada instante?
    Y otra de las preguntas que más nos puede asediar sería: ¿Qué nos impide ser felices en este momento?
    Investigar sobre este tema es complejo, porque a cada paso salen más caminos y a cada respuesta se formulan más preguntas. Quizás ser feliz sea la cosa más simple, la más sencilla y fácil, pero puede convertirse en la zanahoria que está delante del burro. Puede que proyectemos una felicidad futura acorde a unas circunstancias favorables en las que entendemos no se dan en el instante presente. Solemos estar en una espera de ser merecedores de la ansiada felicidad que nos debe de llegar como justicia a como somos o nos comportamos.

     Podemos sentir felicidad cuando algo va a nuestro favor. Nos elogian y nos sentimos pletóricos, efusivos, todo vuelve a vibrar. La felicidad, entonces, se convierte en exaltación febril  y momentánea, que puede dar paso a otros estados de ánimo o emociones. Es difícil no caer en comparativas de otras personas y buscar paralelismos para ¨valorar¨ esa felicidad que se nos escapa de las manos.
    Puede, por seguir ahondando, que incluso teniendo la felicidad de frente, no estemos capacitados para sentirnos acorde a ella, o no nos parezca el instante lo más preciso para abrazarla. Pero esa incapacidad para hacer un espacio a la felicidad en este momento presente tampoco se podrá dar en momentos futuros, porque llegará como el ¨ahora¨, del que no aprendemos a relacionarnos por completo. Ello deriva a que a lo mejor debemos ¨adiestrarnos¨ para ser felices. Puede sonar raro: ¨Aprender a ser felices¨, pero lo cierto es que muchas personas tienden a desarrollar una gran capacidad para ser infelices.
    Nuestra percepción, nuestro grado de consciencia, nuestra manera de relativizar, el apego a ideas preestablecidas o la facilidad de culpar a todo lo externo de nuestro malestar, todo ello y más, se conglomera para darnos un informe de cómo nos sentimos y que proximidad o lejanía existe con lo que consideramos ser felices.
    Quizás se nos escape por no tener bien definida su naturaleza, o porque cuando la sentimos, lo damos por sentado creyendo que es lo mínimo que podemos merecer. Cuando sentimos la desdicha, toda una fila de supuestos nos sirven como motivo de nuestra infelicidad, y ahí empieza el círculo vicioso de la queja.
    Tengamos propósitos, motivaciones... Quizás la felicidad no sea una suma, sino una ausencia. Quizás se componga de un equilibrio que vamos ajustando a cada instante, entre lo que sentimos e interpretamos, con lo que nos va llegando y vivenciando. Un exceso de externalización y embote de los sentidos, nos aliena y aleja de nuestro eje; un exceso de interiorización y retraimiento también nos puede separar del corazón de la vida.


    Por ello hagamos de la felicidad, no una meta que concluye un camino, sino la manera en que damos los pasos. Disfrutemos de las opciones, de las alternativas y las preferencias en cada etapa. Lo que en un momento nos pudo haber hecho felices no significa que nos haga ahora, por ello no tratemos de estirar lo que ya no nos alcanza. Rastreemos el sendero sintiendo la pisada que vamos dejando.
    Al fin y al cabo, cómo nos sintamos, será la huella impresa que marque nuestro estado.