sábado, 16 de abril de 2011

El Aquí y Ahora.

    Desde tiempos inmemoriales los grandes místicos han puesto el énfasis directo en la instalación presencial en el aquí y ahora. Vivir el momento, como si fuera el primero y el último, es una tarea que precede de un gran trabajo interior, ya que el alejamiento del instante lo crea la mente a través de su dispersión. No hay nada malo en poner la imaginación al servicio de lo constructivo, ni de anticipar proyectos o recordar algo ya pasado, pero cuando nos es imposible anclarnos en el presente, vivimos como una hoja a merced del viento, de un lado para otro sin ubicarnos en cada situación o instante.
    ¿Y qué problema hay en no vivir el presente?
    Mucho más del que imaginamos, pues es como si no estuviéramos en nosotros mismos, perdidos en ensoñaciones e ideaciones, y que en el peor de los casos, se torna completamente destructivo y nos mortifica con pensamientos repetitivos.
    La persona se pierde la frescura del momento y toma una inercia de posponerlo todo al mañana; la enfermedad del mañana es pensar en sí que existe cuando realmente no se sabe si llegará, y es más, pensar que solamente seremos felices a su llegada, pues el futuro no viene en forma de futuro sino de presente y si no sabemos vivir el presente, éste cuando llegue nos pasará inadvertidos, pues estaremos proyectando lo que aún no ha llegado.
    Entonces la mente se retroalimenta constantemente con saltos al pasado y al futuro. La mente detesta el presente, pues muere al mismo instante, no tiene dónde sujetarse, no hay dónde ir. Pierde cualquier posibilidad de supervivencia, pues su sustento basado en espacio y tiempo queda estrechada y no puede proyectar su propia solidez. La mente/ego crea su existencia en pos de un pasado en el que crear su imagen,  y su proyección en un futuro en el que permanecer seguro. El instante queda reducido a un plano muy escurridizo, pues en sí mismo ya ha pasado y su vivencia se basa en acoplarnos a su ritmo en constante cambio, donde nada permanece, donde su fluidez se capta presenciándola, sin interferencias mentales y sin ideaciones que falsean o colorean la realidad.
    Captar el momento de forma directa y penetrando en la realidad tal cual es, significa desarrollar una visión pura, descodificando nuestros condicionamientos que ¨condicionan¨ lo que percibimos, y nos impiden ver una realidad en su naturaleza real y desnuda.
    Una mente instalada en el presente no produce reacciones anómalas, sino respuestas vivas al momento, quedando en su justo lugar y sin tornarse repetitivas.
    La mente se vuelve un espejo; refleja las cosas tal cual son, pero no retiene, no se apropia, no trata de dar forma a su antojo. No refleja el pasado, no refleja el futuro; refleja lo que se presenta a cada momento sin juzgar.
    Sin atención no hay presente, sin consciencia no hay vivencia. La atención nos instala aquí y ahora, y muchas son las herramientas de las que se puede servir como soporte, como: la atención al cuerpo, las sensaciones que se producen en el cuerpo,la respiración y la mente. Desde el cuerpo a la mente vamos pasando de lo más burdo a lo más sutil. La atención unida a la consciencia permite unidireccionar la observación y permite atestiguar el surgir y desvanecer de todos los fenómenos.

    - La atención al cuerpo.
       Todos disponemos de un esquema corporal en el que podemos apreciar las distintas partes del cuerpo, su ubicación y postura circunstancial en la que estemos en ese momento. Sentir el bloque del cuerpo es más sencillo y facilita un anclaje en la situación presente.

    - La atención a las sensaciones.
      Una vez sentimos la envoltura del cuerpo, desplegamos la atención a las sensaciones que se van produciendo, como calor, frío, cosquilleo, tensiones... La atención implica en observar sin juzgar, sin estar a favor o en contra, simplemente observar como aparecen y se van desvaneciendo.

    - La atención a la respiración.
       Somos seres respirantes, es lo primero que hacemos al nacer y lo último que haremos antes de morir. No hay vivencia que no esté acompañada de respiración. Nadie puede respirar por nosotros, es el puente entre el mundo exterior con nuestro mundo interior. La respiración es la que es a cada instante. No es la respiración pasada, no es la respiración que está por llegar, sino la que se va presentando a cada momento. Te enlaza con lo más íntimo de ti mismo. Te da el acceso directo a la realidad tal cual es. Al dormir nos vamos y la respiración puede seguir sin nosotros, en cambio nosotros no podemos estar sin ella. En la vida diaria y en momentos de gran tensión, atender la respiración nos puede servir de bálsamo y de aquietamiento.

    - La atención a la mente.
       Centrarse en la mente es explorar la pantalla en la que se van representando ideas, pensamientos, ensoñaciones... Todo ese tráfico no permite ver la pantalla en sí, como las nubes no dejan ver el cielo claro. Atender la mente es observar sin reaccionar, porque la reacción en sí da energía a los pensamientos que se retroalimentan. El pensamiento trata de sobrevivir con su incesante discurso y tratando de captar nuestra atención. Por eso la atención es muy poderosa, porque la podemos emplear en desidentificarnos de los procesos mentales,sus enredos e ideaciones. Observar la mente es situarnos en el puesto de observador, inafectados, viendo como los pensamientos vienen y parten. Como sentarnos en la orilla de una playa y ver como las olas vienen y van, pero no nos afectan, no nos mojan. Las energías no se escapan, se acopian. No somos pensados, sino pensamos. Alcanzar el grado de no implicarnos tanto en corrientes pensantes, permite que no saltemos tanto de pasado al futuro y podamos ubicarnos de forma más presente.

    Queridos amigos, todos estos ejercicios en sí son meditacionales. Son grados de meditación que favorecen    
nuestra relación con el presente y permiten familiarizarnos con nuestro mundo interior. Todos estos ejercicios se pueden hacer de forma sentada (que es lo idóneo) o también aplicarlo a nuestra vida cotidiana, sin desviar la atención de nuestros quehaceres, pero que una parte se desvíe hacia dentro.
    Sentiremos que se desarrolla una presencia en nosotros que hasta ahora no percibíamos. Una presencia instalada e inafectada, pues observa sin juzgar y sin perderse el instante.
    Más integrados en nosotros mismos facilitará manejarnos con el fluir de la existencia, pues como bien estamos explorando, no hay otro lugar que ¨Aquí¨, ni otro momento que ¨Ahora¨.



   

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